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“Novedosismo” educativo, o  ¿por qué Harry Potter no aprende "por arte de magia"?

Cada nueva tecnología que aparece, o cada desarrollo de aplicaciones sobre esas tecnologías, desata  una catarata de artículos y posts que descubren las aplicaciones que, ahora sí, van a cambiar definitiva y revolucionariamente la educación. Ríos de tinta (ríos de bits, forzando la metáfora) intentan convencernos de que quienes no incorporamos de inmediato esas innovaciones somos dinosaurios de la educación y nos hacen responsables de (todos) sus problemas.

Ahora, por estos lares, le ha llegado el turno al “uso educativo de los mensajes de texto de celulares”. Y muchos docentes, con más propensión a maravillarse con cualquier cosa que suene como novísima, abandonan el entusiasmo de la semana anterior por otra tecnología o aplicación (los wikis, por ejemplo, de los que en estos días lamentablemente se escribe menos) y se suman a estas nuevas, que, como dije, ahora sí nos van a salvar ...

Para comenzar esta reflexión, leamos la siguiente cita:

 "El objetivo dominante y central de la educación con apoyo de celulares  es traer el mundo al salón de clase,  [...    ...] Puede llegar el tiempo cuando utilizar celulares sea tan común en el salón de clase como el pizarrón. La instrucción apoyada con celulares y otras tecnologías móviles estará integrada a la vida de la escuela como un medio educativo aceptado."

Suena convincente, ¿no?... Eso de la educación integrada a la vida, lo de traer el mundo al salón de clases. ¿Qué docente innovador no la suscribiría? Pero este párrafo tiene trampa. No fue escrito recientemente en ningún blog sobre tecnología y educación, sino que es un fragmento de un texto de 1932 (¡casi un siglo atrás!) y el texto original no se refería a celulares sino a la radio, como señalamos en nuestro Editorial Nº 43 de junio de 2003e junio de 2003.

Podría enumerar una cantidad de modas que han venido entusiasmando a los novedosistas desde entonces:  la televisión, los proyectores de diapositivas, las computadoras, la programación estructurada, Logo, los utilitarios de oficina, la multimedia educativa, los simuladores, Internet y, en el último tiempo, las herramientas de la Web 2.0 (entre las que se ponen en pie de igualdad los Wikis y blogs, con… Twitter). Ahora les está llegando el turno a los celulares.

Empecemos por aclarar que soy entusiasta de todas las tecnologías que nos hacen más fácil la vida y que pueden, bien usadas, mejorar la calidad de la educación. Y que trabajo en ello desde hace veinticinco años. Pero creo (he creído siempre) que los educadores tenemos que tener presente que se trata de educación, de aprendizajes, y no de juguetear con aparatos y utilitarios intentando inventar usos educativos a toda costa (a costa de la educación, casi siempre...). Porque el discurso (muchas veces especulativo) acerca de ese futuro educativo centrado en artefactos se vuelve ligeramente patético cuando entra en el terreno de los ejemplos... Que en Irlanda una docente realizó una actividad (fuera del aula, si no recuerdo mal) en donde los chicos sacaron fotografías con sus celulares y después hicieron un trabajo con esas fotografías. O que una docente les dictó algunas palabra a los alumnos (en el aula), los cuales la escribieron en su celular y las enviaron como mensaje de texto a la docente, que estaba también en el aula y ...!!!!

Que a partir de tales “experiencias” se teorice acerca de un futuro cercano en que la educación será informal y móvil, parece cuando menos, algo exagerado.

¿Es que esas tecnologías y aplicaciones no sirven en la educación? ¿Es que pensamos que estas cosas no sucederán nunca? Nada de eso. Muchas de esas experiencias sobre las que hoy se especula, sucederán, aunque seguramente de manera mucho más parcial y menos espectacular que los pronósticos maniqueístas que criticamos. Lo que  nos debería inquietar es el enfoque con que las abordamos. Como bien dice Julià Minguillón en su excelente post “El Síndrome de Barrio Sésamo”   “Es necesario, por lo tanto, delimitar muy bien el tipo de tecnología empleada para soportar un concepto y el uso que hacen de ella de forma docente los estudiantes, evitando que este uso eclipse los objetivos propuestos. Parafraseando a McLuhan, hay que evitar que la tecnología sea chicle para el intelecto, en este caso”.  No ceder a la tentación de pretender “eliminar las dificultades propias del proceso de aprendizaje envolviéndolo en un celofán vistoso y divertido, [que] es uno de los peligros que aparecen al usar las nuevas tecnologías para la docencia de contenidos de cierta complejidad, con el riesgo de confundir el medio con el mensaje”.

Es que no hay aprendizaje sin esfuerzo. Sin pensar sobre lo que se desea aprender (Perkins dixit). Aprender no es siempre divertido ni una actividad ligera. El placer de aprender conlleva sacrificios y esfuerzos. No hay magia en el proceso de aprender. Eso lo saben muy bien Harry Potter y sus amigos, que se queman las pestañas durante varios años en Hogwarts, la escuela de magia, leyendo libros (sí, libros), realizando actividades, experimentando... En fin, todas esas cosas que los MSN mágicamente parecen poder reemplazar.

Y una reflexión final, en esto que se está haciendo demasiado largo: ¿y los temas de equidad? ¿Cuántos de los chicos de nuestras escuelas latinoamericanas poseen celulares con cámara fotográfica y capacidad para mostrar contenidos web? ¿Cuántos poseen PDAs o iPods de última generación, que parecen imprescindibles ahora para realizar trabajos colaborativos? 

Hasta la próxima.

Lic. Jorge Rey Valzacchi


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