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E-learning: usuarios, clientes proveedores, docentes y contenidos

En e-learning corporativo, como en general en la formación continua (y en otras áreas), se ha de distinguir entre el cliente y el usuario. Ésta es una vieja distinción, pero parece haber adquirido especial relevancia en el caso del e-learning. El dilema se vivía ya en los primeros oligonómicos tiempos del off line (Enseñanza Asistida por Ordenador): diríase que los consultores de formación hemos de generar cursos on line que causen suficiente impacto a los ojos del cliente, llegando a dar cierta prioridad a las formas, sobre el menos visible hecho de que la información ofrecida sea suficientemente autoexplicativa, valiosa, didáctica, rigurosa, y facilitadora de un aprendizaje eficaz que se refleje en el desempeño laboral. A menudo creo, sí, que, no habiendo presupuesto para todo, lo que más cunde es satisfacer al cliente.

La distinción entre ambas expectativas es visible: se hace patente a menudo en el campo del e-learning. No sé si es plenamente cierto que los clientes compran e-learning por precio, y no por calidad, como aseguraban en 2004 algunos proveedores asociados a APeL (Asociación de Proveedores de eLearning), pero sí me parece que se atiende más, en este sector, a las formas que a los fondos. Que los contenidos sean idóneos, oportunos, rigurosos, didácticos y autoexplicativos, es cosa que pueden evaluar los usuarios mientras aprenden (y al ir a aplicar el aprendizaje alcanzado); pero lo demás —las formas, la animación, la interactividad, etc.— parece ser evaluado por los clientes, típicamente directivos de las áreas de formación de las empresas. Y temo que, por diferentes motivos, no siempre se evalúe suficientemente el producto desde la particular óptica del usuario.

Quizá, una vez incorporadas las plataformas LMS, las grandes empresas se vieron urgidas a llenarlas de contenidos, y lo que en ese momento primaba era la implantación del método frente a la tradicional formación en aula; pero hoy me sigue pareciendo a veces que lo que identifica a los productos de e-learning es el acompañamiento gráfico, cromático, cosmético, dinámico y orquestal (que supuestamente justifica el precio acordado con el cliente), y no tanto la calidad-eficacia de la información que ha de traducirse a conocimiento por los usuarios. Éstos, como sabemos bien, no son meros extras o sufridores en el escenario del negocio que soportan los importantes presupuestos de formación de grandes empresas y organizaciones, sino que los usuarios son los auténticos protagonistas del aprendizaje, ya sea electrónico, mecánico, magnético, acroamático, etc. Valen otros puntos de vista, pero creo que todos los demás debemos, o deberíamos, estar al servicio de los aprendedores, y en ningún caso éstos al nuestro; quizá décadas atrás pudo haber cierta cultura de colegio (“tú no sabes lo que necesitas aprender, pero yo sí lo sé, y no te resistas que es peor…”) en grandes empresas, pero las cosas han debido cambiar ya.

Unos recuerdos aleccionadores

Sancione el lector lo representativo de mis experiencias, aunque debo decir que se refieren a empresas que, aunque no se identifican, constituyen referencia en el tema que abordamos. Probablemente las cosas están mejorando, pero, desde mi limitada observación, lo digo más desde el deseo que (de momento) desde la constancia.

Hablando de la actual etapa on line, recuerdo (años 2000-2001-2002) cuando, como docente, disponía de 20 horas para diseñar a medida el guión interactivo de cada píldora de 2 horas (duración para el alumno) sobre el liderazgo, o sobre el compromiso, o la creatividad, o la iniciativa..., destinada a directivos de grandes empresas que hacían ya formación por competencias. Tenía que empezar yo por estudiar a qué denominaba cada organización creatividad, compromiso, iniciativa, liderazgo, organización inteligente, etc. Francamente, y con la ventaja que da el paso del tiempo, creo que mi propia empresa consultora de formación me estaba pidiendo que hiciera cada vez algo modesto, seguramente porque eso era lo que había vendido, y probablemente porque eso era lo que le habían comprado… Además, nuestra área de producción de e-learning, sobre la base de mi siempre apresurado guión, hacía luego unas “películas” muy aparentes, aunque tuviera que desfigurar levemente mis textos.

Yo me preguntaba entonces: “pero, ¿qué puede hacerse en dos horas on line para mejorar el liderazgo de un jefe?”. Salía más barato y resultaría probablemente más eficaz —pensaba yo— leerse un librito como La paradoja, de James Hunter… El hecho es que yo acababa dedicando algunas horas fuera de presupuesto, para generar algo que no me avergonzara demasiado… Así conseguía, durante el seguimiento tutelar, que los alumnos me dijeran que el curso había sido ameno; no me hacían ni una sola pregunta sobre el liderazgo, o la iniciativa, o la creatividad, o la gestión del conocimiento, o la doctrina de las competencias, pero eran amables conmigo… Como tutor, recibía ciertamente quejas del funcionamiento de la plataforma, pero ninguna pregunta sobre el contenido del curso. Me decían: “Yo he hecho ya el curso, y aquí no aparece como realizado”.

Por seguir hablando de la píldora sobre el liderazgo, se trataba (fue ya en 2002) de que los alumnos, en conformidad con el modelo de competencias de su organización, pasaran, en la escala BARS correspondiente, del nivel 2 al nivel 3, es decir, de un nivel bajo a un nivel medio de liderazgo; o sea, que no se hicieran muy muy líderes. Claro, esto sería coherente y plausible desde la óptica de la metódica gestión por competencias, pero a mí me parecía que bordeaba el sentido común. Por mucho que yo aprovechara las 20 horas para hacer un buen guión, creo que no había mucha esperanza de que el liderazgo de los alumnos sufriera sensible variación (al menos, como consecuencia de esta píldora de dos horas de duración), y no había riesgo real de pasarse al nivel 4… En realidad, tuve la sensación, luego, como tutor, de que los alumnos se veían formalmente obligados a seguir el curso, y de que su inquietud no iba más allá de que apareciera como “realizado” en su expediente.

La verdad es que yo solía dedicar al diseño hasta el triple de las horas presupuestadas, para lo que prolongaba habitualmente mi jornada de trabajo; aunque quizá habría podido tardar menos, si hubiera tenido una mentalidad más industrial y menos artesana (de viejo docente)... También recuerdo que en aquellos primeros años del aprendizaje on line no se solía participar mucho en los foros de debate, y que, cuando se disponía de chat, este recurso se dedicaba a otros usos. Podría recordar más detalles, pero sólo quería subrayar el hecho de que quizá los docentes teníamos, en esos años y a mi modo particular de ver, muy poco tiempo para los diseños a medida (a pesar de que las grandes empresas declaraban inversiones de varios millones de euros anuales en e-learning). ¿Adónde iría a parar —me preguntaba yo— el dinero del e-learning, si los docentes debíamos completar los diseños fuera de presupuesto? Buena pregunta, me digo yo ahora, unos años después.

Ya dije que mi experiencia puede no ser especialmente representativa, pero quería explicar mi preocupación por la calidad y eficacia de los contenidos ofrecidos. Cada cliente tiene sus propios legítimos criterios sobre la relación calidad-precio, pero creo que los usuarios-alumnos han de abordar cualquier acción formativa convencidos de su necesidad o interés, y pueden también legítimamente desconfiar de las iniciativas que no satisfagan sus expectativas de eficacia en el aprendizaje. Hoy podemos todos dedicar unas horas a un curso que nos detenga y retenga por necesario, oportuno o interesante, pero casi nadie puede permitirse el lujo de perder tiempo. Magnífico, entonces, cuando coinciden las expectativas de clientes y usuarios del e-learning, porque así se propicia el avance del e-learning, pero lamentable, diría yo, cuando no es así, porque el método pierde seguidores. Aunque también puede que coincidan las exigencias de clientes y usuarios —o sea, áreas de formación por un lado, y aprendedores (directivos y trabajadores) por otro—, pero que no sean satisfechas por los proveedores...

Siempre me ha llamado la atención que los responsables de formación de grandes empresas hablaran sólo de éxito, de claves para el éxito, del triunfo de la solución e-learning en sus empresas, de las mejores prácticas…, mientras los usuarios se mostraban insatisfechos. Tan visible se fue haciendo la insatisfacción por los resultados, que los propios proveedores, ya asociados, acabarían hablando, en 2004, de los “pinchazos” o fracasos del e-learning.

Años 2004 y 2005

Todavía hoy (final de 2005), pienso que no importa que una información avanzada sobre un tema esté bien seleccionada, sintetizada y puesta en forma didáctica con la intención de ofrecer un aprendizaje eficaz y autotélico…, si finalmente es ofrecida al cliente en un formato simple, como Word; lo importante parece ser, en e-learning y en no pocas ocasiones, que la información sea multimedia, con su buena dosis de animación, con su celebrada cosmética, con su impacto visual, y quizá todo ello sin fijarse mucho en la síntesis, el rigor, la didáctica y la eficacia. Se diría que lo que justifica el importante flujo de dinero en el sector del e-learning corporativo, es que los mensajes salgan en pantalla letra a letra, o palabra a palabra, con lujo gráfico, y no tanto lo que en ellos se diga; se diría que lo fundamental es que haya interactividad, aunque las preguntas sean poco relevantes, y el acierto o error con que se sanciona al usuario resulte discutible; se diría que, a menudo, se trata de añadir más coste que valor: de nutrir con la apariencia los flujos de dinero que mueve el negocio del e-learning corporativo.

El lector tendrá sus necesidades y preferencias en materias transversales para el aprendizaje permanente, pero yo, ante una oferta de cursos, elegiría, por ejemplo, una buena síntesis sobre el valor de la intuición en las iniciativas innovadoras de las empresas, o sobre la importancia de la inteligencia emocional en las relaciones interpersonales, o sobre las claves de la inteligencia colectiva de las organizaciones, o sobre la transcendencia de las creencias y los esquemas mentales de cada persona, o sobre el autodominio o liderazgo intrapersonal, o incluso sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y los misterios de la mente, aunque carecieran de animaciones y fueran sobrias de colorido; y declinaría, en cambio, los cursos clásicos de participación en reuniones, o de trabajo en equipo, o de liderazgo, aunque llevaran gran aparato gráfico y dinámico. Ya digo: cada uno de nosotros tiene sus necesidades y preferencias, pero, déjenme insistir, habría que formularlas en términos de contenido y no de continente (método).

En este momento, recuerdo esos productos de e-learning de apenas una hora de duración (o incluso menos) que prometían enseñar a negociar con éxito, o a hacer presentaciones eficaces: a mí me parece que estas cosas no han contribuido al despegue del e-learning, sino más bien al recelo que suscita en no pocos usuarios. Pero acudan ustedes a sus propias experiencias: si han resultado eficaces y gratificantes, enhorabuena. No parece ser lo habitual, pero sin duda debe haber productos de alta calidad y eficacia que estén satisfaciendo expectativas.

En general, parece admitido que no se están haciendo aprendizajes significativos; se mueve mucho dinero, pero no se hacen aprendizajes significativos en e-learning corporativo. Algunos proveedores culpaban a sus clientes de los fracasos habidos (José Ignacio Díez, vicepresidente de APeL: “Estos directivos no se dejan asesorar por las consultoras que contratan y, al final, pasa lo que pasa“), otros sostenían que se compraba por precio y no por calidad, otros reclamaban un papel de socios estratégicos de sus clientes... Los clientes también acabaron pronunciándose: “Si pedimos profesionalidad, experiencia, especialización y acercamiento a necesidades, se queda fuera el 80% de los proveedores”, “El proveedor debe serlo de pensamiento, si no, se queda en la mera tarea higiénica”...

Ojalá las cosas vayan ya mejor, y sigan mejorando en 2006; pero temo que todavía se subestime la importancia de la información ofrecida para ser traducida a conocimientos o habilidades. Si no hay contenido, no hay aprendizaje y no hay reflejo en resultados. Cuando hay contenido, puede haber aprendizaje o no haberlo, en función del empeño del alumno; pero si no hay información idónea, suficiente, relevante, autoexplicativa, dotada de propósito, no parece sencillo alcanzar un aprendizaje significativo. Parece que estoy queriendo imponer mi opinión: termino ya.

Conclusión

Bien, puede haber otras formas de ver la situación, como también hay diferentes intereses e inquietudes en este asunto. Yo someto la mía —mi forma de verlo—, crítica pero esperanzada, a la consideración del lector interesado. Soy partidario de dar satisfacción a la vista (y al oído, y al gusto...), pero sobre todo lo soy de dar satisfacción a la inteligencia: de nutrir la inteligencia con conocimientos y otras competencias que nos hagan profesionales más completos. Creo que el e-learning es incuestionable como método, pero me importan más los contenidos a aprehender: las competencias que nos hacen más completos. Ha de seguirse un método, o una combinación de ellos, pero lo importante es que seamos cada vez más competentes en nuestro trabajo.

Nuestros cerebros tienen muchas capacidades de las que no somos conscientes; ni siquiera conocemos lo que el cerebro puede dar de sí; apenas sabemos siquiera qué facultades tenemos más desarrolladas y qué otras menos. Sabemos quizá que el inconsciente puede trabajar mientras dormimos, pero no le damos trabajo... Existe la intuición, pero no la cultivamos como se merece... Tenemos mucho que aprender sobre nosotros mismos y sobre los campos profesionales en que nos movemos. Hemos de nutrir la inteligencia, más allá de dar satisfacción a los sentidos: aprendamos de verdad. Cultivemos el autoconocimiento y la autocrítica, para crecer internamente cada día.

Yo me dirigiría finalmente a quienes administran esos presupuestos millonarios: asegúrense de que se traducen en aprendizaje y satisfacción de los usuarios. No soy yo quién para decírselo, pero no me negarán que hay que mejorar esta traducción. Aprender continuamente es una necesidad incuestionable, como también resulta incuestionable la ayuda que para ello nos prestan las TIC, de modo que el e-learning debería quedar fuera de toda duda. Es verdad que años atrás un importante proveedor, Fycsa (ahora en fase de fusión con Doxa), y un más importante cliente, Telefónica, parecían relativizar, al unísono en un libro de Aedipe, la importancia de contar con contenidos on line de alta calidad y eficacia, pero también había, y hay, proveedores y clientes que proclaman la necesidad de contar con buenos contenidos, en beneficio de la materialización del aprendizaje deseado.

José Enebral

Consultor de Formación

jenebral1@mi.madritel.es


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